Obras: Miguel Gálvez, Eclipse; Kaija Saariaho, Mirrors y Etincelles; Juan Cruz Guevara, Camaiev; David del Puerto, Sonata para clarinete; Gabriela Ortíz, Su-Muy-key; Iluminada Pérez Frutos, Horizontes de silencio; Pablo Borrás, Aqualung. Intérpretes: Ensemble NeoArs Sonora. Lugar: Auditorio Manuel de Falla. Fecha: domingo 3 de octubre de 2010.
El Centro Cultural Manuel de Falla inicia su programación de conciertos con el ciclo Una hora de cámara. Un domingo al mes, en horario de mañana, el escenario del Auditorio se llenará con las sonoridades más delicadas y evocadora, dentro de un ciclo dedicado al repertorio camerístico, una de las más íntimas facetas de la música. Abriendo este ciclo escuchamos al Ensemble NeoArs Sonora, una formación compuesta por solistas de las distintas familias instrumentales, que combinan sus esfuerzos para dar a conocer el todavía poco difundido repertorio camerístico contemporáneo.
Primero escuchamos a Juan Carlos Chornet a la flauta, Marc Paquin al violín y a Kathleen Balfe al violonchelo interpretando de Miguel Gálvez Eclipse para flauta, violín y violonchelo. A través de esta partitura su autor transporta al oyente a una escena arrebatadora, en el que el concepto de eclipse se convierte en una metáfora de las fuerzas más extremas de la naturaleza; tímbricamente muy interesante, la dificultad interpretativa de la pieza evidenció la bondad musical de los componentes de esta formación.
Chornet y Balfe fueron los intérpretes también de Mirrors para flauta y violonchelo de Kaija Saariaho. Esta obra tiene la particularidad de ser una partitura abierta, en la que los músicos deben decidir antes de su ejecución el orden de sus secciones, partiendo de la premisa de que siempre ha de respetarse el diseño en espejo. El uso de la retórica sonora y de los sonidos propios de la manipulación de los instrumentos crean un recitado a dos voces sumamente evocador. También fue de gran interés Camaiev para violonchelo y piano de Juan Cruz Guevara; el autor explora las sonoridades incisivas de los armónicos del chelo, acompañados magistralmente por un fondo rítmico del piano, tomado aquí como instrumento percutivo.
Tras estas obras se interpretaron tres breves bosquejos que evidencian cómo a menudo el lenguaje contemporáneo busca estructuras de breve desarrollo pero de suma complejidad técnicas. En primer lugar Carlos Gil interpretó de David del Puerto su Sonata para clarinete, obra de gran sintetismo en la que se investiga sobre la gama melódica de este instrumento. Después, Antonio Jesús Cruz interpretó Su-Muy-key para piano de Gabriela Ortíz. Cerrando este trío de breves bocetos sonoros escuchamos Etincelles para violonchelo, también de Saariaho; se trata de una página de escritura muy íntima en la que se incide en la ampliación tímbrica del chelo a partir de los sonidos armónicos, pasajes sul puncticello y las percusiones reiteradas de las cuerdas.
Quizás una de las obras más interesantes del programa fue Horizontes de silencio para flauta, clarinete, violín, violonchelo y piano, de Iluminada Pérez Frutos. Esta obra ha sido escrita por encargo del Ensemble NeoArs Sonora, y se estrenó hace tan sólo una semana en Alicante, siendo ésta su segunda audición absoluta. Iluminada Pérez Frutos es especialista en crear atmósferas sumamente novedosas y sugerentes. Por medio de la superposición del sonido de cada instrumento, a través de la adición progresiva de elementos tímbricos consigue transportar al oyente a otra dimensión sonora. Así, mientras el violín desarrolla notas mantenidas en el tiempo, el chelo y los clarinetes esbozan pinceladas sonoras, dinamizando la textura musical de la pieza; el flautista incorpora una concepción orgánica de su instrumento, en la cual los sonidos articulados conviven con la respiración y la articulación mecánica. El piano marca, en la base, el ritmo vital de la partitura.
El concierto se cerró con una obra de Pablo Borrás: Aqualung para flauta, clarinete, violín, violonchelo y piano. Esta obra, ganadora del Premio Fundación AguaGranada Música y Agua, se articula en tres movimientos. En el primero, el violín elabora un motivo circundante que envuelve las evoluciones de los demás instrumentos. El segundo movimiento es más agitado e incisivo, mientras que el último hace uso del glisando y el puntillismo en un marco atemporal. Esta obra, metáfora de los múltiples estados acuáticos, sirvió como broche de oro de una motivadora e interesante sesión de música de cámara en las experimentadas manos de los componentes del Ensemble NeoArs Sonora.